lunes, 2 de noviembre de 2009

Profetas del odio: ¿Hasta Cuándo?


Pocos programas radiales han tomado la trascendencia que supo conseguir el del compañero Capusotto entre los jóvenes. En él se parodia el show morbo-mediático que desde las distintas emisoras taladran el pensamiento de los ciudadanos, dejando un mensaje apocalíptico en el que la “inseguridad” y la idea de que somos un país poco serio son moneda corriente. No es necesario señalar lo mucho que se asemeja esa parodia al tratamiento periodístico de los hechos que hacen muchos varones ilustrados del liberalismo mediático. Pero es importante estar atento al modo en que este discurso va construyendo un relato cada vez más internalizado en la ciudadanía.

La estigmatización de todo individuo que huela a pueblo con el mote de peligrosos, corruptos o directamente delincuentes, es una construcción con la que día a día debemos debatirnos en los principales medios audiovisuales. Esos que llaman “la gente” a los sectores medios/altos y que tildan de piquetros a los trabajadores que se organizan para transformar la realidad injusta que los rodea. Esa criminalización de los pobres, esconde la verdadera raíz de la violencia, a saber: la exclusión, la desigualdad social y el etnocentrismo de las élites cipayas que sientan sus bases morales en el discurso neoliberal. Ese relato nacido de la violencia misma que significa un golpe de estado y cristalizado con la inseguridad jurídica instalada por el menemato.


Hoy en día la derecha ataca con crudeza cualquier actitud que no se encuentre dentro de la legalidad de la propiedad privada, por temor a perder su predominio. El que no tiene para vivir, que se muera. El que no se adapta al mercado que no consuma. Organismos como los escuadrones paraestatales de la UCEP, son la fuerza de choque de ese frente ideológico conservador. Los ataques como los que sufre Milagro Sala nacen de la necesidad de eliminar un ejemplo molesto de organización popular que puede ser tan o más efectiva que la lógica usurera de las empresas. Está claro que ante el protagonismo que está tomando el gobierno con sus propuestas redistributivas, ante la falta de contrapropuestas superadoras de la oposición, esta trinchera mediática es el arma principal del poder concentrado.


El poder monopólico quiere desparramar la sangre que tiene en el ojo, por todas las tapas y pantallas de los medios que se autoproclaman “civilizados”. La impotencia de una derecha que promoueve la xenofobia y la banalidad al interior de nuestra sociedad, intenta ocultar los logros del campo popular con este patético espectáculo amarillista. Nuestra voluntad de profundizar el cambio iniciado por el gobierno de Néstor Kirchner, no se aplacará tan fácilmente. Así que, por favor, periodista representante del “medio pelo” norcéntrico y gorila, termine ya su labor como profeta del odio. Renuncie!

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